Por qué usar la improvisación libre en el aula.

Entre los días 23, 24 y 25 de noviembre se ha celebrado en el Conservatorio Superior de Castilla-La Mancha (Albacete) el IV Congreso Nacional y II Internacional de Conservatorios Superiores.

El congreso ha servido para analizar la situación actual de las enseñanzas musicales en España, que comprende, no solo la enseñanza en los conservatorios, sino también en las escuelas de música y en los centros de primaria y secundaria.

He tenido la oportunidad de participar como ponente de una comunicación sobre la improvisación libre, que es una de las herramientas educativas (aunque también un fin en sí mismo) del que me sirvo en el aula para que los alumnos alcancen un aprendizaje musical amplio y holístico.
En mi ponencia expliqué los beneficios que obtienen mis alumnos con la práctica de la improvisación, y por qué creo que es una de las mejores formas de expresión musical que existen.

¿Por qué utilizar la improvisación libre en el aula?

La improvisación libre es un tipo de improvisación en la que no existe ningún parámetro definido antes de la interpretación; es decir, no se improvisa sobre ninguna secuencia de acordes, ni en ninguna tonalidad, ni siquiera con una estructura de compases definida. De hecho, todo está por construir, por hacer, por descubrir.
Por eso mismo, porque la música se va construyendo en el mismo momento en que se toca, permite a los músicos desarrollar una serie de habilidades muy importantes para la práctica musical, en cualquiera de sus formas.

Por ejemplo, se trabaja de una manera muy profunda el oído interno y la escucha ACTIVA. Lo pongo en mayúsculas porque casi siempre, los músicos creen que escuchan lo que tocan pero, ¿de verdad escuchamos lo que tocamos? Si "piensas cosas" mientras estás tocando (por ejemplo, lo que viene después, o lo mal o bien que te ha salido algo, o cualquier otro pensamiento que aparece durante una interpretación), siento decirte que, en realidad, NO ESCUCHAS LO QUE TOCAS.
La escucha activa implica dedicar absolutamente toda tu atención a escuchar. Así, sin medias tintas. Toda tu atención. Por tanto, es un proceso atencional, de focalización en el sonido. 
Y esa es una de las grandes virtudes de la práctica de la improvisación libre: que desarrollas el hábito de prestar auténtica atención a lo que haces, y la capacidad de mantener y focalizar esa atención.

Otro de los beneficios tiene que ver con el tratamiento del error. Si quieres conocer la teoría que he desarrollado en torno a la vivencia del error, y cómo transformar esa experiencia de algo negativo a algo positivo, te invito a que leas este artículo que publiqué hace tiempo.
En el entorno de una improvisación libre, el error es una invitación a hacer cosas que no tenías pensado hacer: el error da nuevas ideas, construye, muestra nuevos caminos que explorar. Por eso, en la improvisación libre desaparece el miedo a equivocarse, y la experiencia musical es mucho más agradable.
Con la práctica de la improvisación libre en el aula, mis alumnos trabajan desde, con y hacia la expresividad. El único fin de la música es EXPRESAR. Y, por ello, este tipo de música es tan interesante, porque lo único que importa es el mensaje, lo que cuentas y el modo en que lo cuentas.
Pensarás, ¿no debería ser siempre así? 😕  Pues sí, debería. Pero, ¿cuántas veces hemos escuchado en una clase de instrumento que has de expresarte con él? ... pocas, la verdad. Y, lo que es peor, ¿se valora la capacidad expresiva de los alumnos en las pruebas de evaluación? Quizás menos de lo que cabría esperar. La técnica instrumental sigue siendo el principal objetivo de las evaluaciones.
(En este artículo puedes leer acerca de qué evaluar en un músico).

Uno de los valores pedagógicos más importantes del uso de la improvisación libre (aunque, en este caso, también podría suceder en contextos no improvisatorios) es la puesta en acción de procesos METACOGNITIVOS.
😲  ¿Meta qué? Ya... la palabrita se las trae. La metacognición es la capacidad de pensar acerca del propio proceso de aprendizaje. Por ejemplo, pensar sobre qué has hecho para que haya "salido" lo que ha "salido": si el sonido no era el adecuado, pensar sobre qué ha pasado, por qué has tenido ese sonido. Eso es un proceso metacognitivo. Básicamente, PENSAR.

En el contexto de la improvisación libre se da, casi de forma natural, el diálogo y la reflexión acerca de las cosas que han sucedido. Piensa que, cuando trabajas con una partitura, la reflexión sueles hacerla antes de tocar (supuestamente)... Es decir, a la hora de interpretar en público ya se supone que has pensado mucho sobre la partitura, y lo único que haces es tocarla. Pero después de la interpretación, ¿cuántas veces te has parado a pensar en cómo y, sobre todo, por qué has tocado como lo has hecho? Puede que lo hagas habitualmente... en ese caso, enhorabuena, ¡eres metacognitivo!😅

Después de una improvisación es bastante habitual que surjan preguntas, diálogos, reflexiones... Es algo natural porque no se ha podido hacer antes, puesto que no había una partitura o una idea sobre la que trabajar, así que la reflexión surge espontáneamente al terminar.

Aunque hay muchas más razones, no quiero extenderme mucho más, para no hacer un post larguísimo.

A través de la práctica habitual de la improvisación libre podemos trabajar algunas habilidades que resultarán muy útiles para cualquier músico, aunque en tus conciertos prefieras utilizar partituras.

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